Para evitar rabietas… ¡anticipa!

Mi hijo de dos años recién cumplidos no llevaba nada bien que llevara a su hermana al cole y él se tuviera que quedar en el coche mientras ella se bajaba. Todos los días, tanto a la ida como a la vuelta, lloraba y pataleaba cuando su hermana bajaba del coche y veía que a él no le quitaba el cinturón.

Me tocaba entones escuchar sus llantos y gritos durante los 10 minutos que dura el trayecto de regreso (suficientes para que él lo pasara fatal y yo también).

Rabietas hay de muchos tipos. O, mejor dicho, puede haber muchas causas que las desencadenan.

Y cuando estamos inmersos en una, ya sólo nos queda esperar a que baje la intensidad para intentar calmar a nuestro peque.

Por eso, lo mejor que podemos hacer es intentar anticiparnos para evitarlas, cuando es posible.  Y para eso tenemos que conocer bien a nuestro hij@ y preguntarnos cuál es el problema de fondo ante situaciones repetitivas como esta.

Me di cuenta de que mi hijo no entendía por qué su hermana bajaba y él no. Por qué ella se iba y él no. A pesar de que lo hacíamos todos los días.

Él solo quería bajar y jugar. No entendía que esto formaba parte de una rutina.

Así que empecé a decirle en casa: ¿Dónde está papá? No está en casa. Está en el trabajo. ¿Y tu hermana? ¿Dónde está? En el cole. ¿Y mamá y L? ¿Dónde están? ¡En casa!

Se lo dije varias veces, durante varios días. Le hacía la pregunta y esperaba que él me contestara. Así me aseguraba que lo estaba asimilando.

Se lo empecé también a decir en el coche, cuando íbamos hacia el cole:

  • “Hijo, ¿papá dónde está?
  • ¡Tabajo!
  • ¿Y la hermana a dónde va?
  • ¡A cole!
  • ¿Y tú y mamá dónde vais?
  • ¡A casa!

A los dos o tres días de adelantarle lo que iba a pasar cuando íbamos en el coche, dejó de llorar. Ya no se desesperaba mientras me bajaba del coche para sacar a su hermana y acompañarla a la puerta. Me esperaba tranquilo, y el camino de regreso volvíamos a recordarlo “Papá, trabajo; hermana, cole; mamá y L, casa…”

Por fin entendió que esto formaba parte de una rutina, en la que cada uno estaba en un lugar.

Cuando son tan pequeños hay muchas cosas que se les escapan. Ellos tienen sus propias expectativas. Y, además, están muy limitados aún a la hora de expresar lo que quieren o lo que piensan.

Es fundamental que entendamos que las rabietas no son para fastidiarnos, no son solo “cosas de niños” o caprichos sin sentido.

Detrás de esos enfados siempre hay expectativas, deseos, necesidades… y como ma/padres debemos intentar detectarlas y validarlas. Incluso cuando en nuestra mente de adultos nos parezca que carecen de lógica o de sentido.

En este caso mi hijo quería bajar del coche e irse con su hermana. Pero la necesidad real no era “necesito bajar”, sino “necesito entender”.

Igual que el niño que llora desesperadamente cuando le decimos que no a algo cuando tiene sueño. Su necesidad real no es lo que está pidiendo en ese momento, sino descansar.

Ahí está el delicado y complejo arte de ser padres: descubrir cuál la verdadera necesidad que hay detrás de cada comportamiento.

 

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