Hace poco vi a una experta en crianza contestando a esta pregunta en un video de Instagram.
Una madre preocupada comentaba que a su hijo le costaba mucho pedir perdón cuando hacía algo mal.
Y la experta le contestó que era fundamental darle su tiempo y su espacio para salir de su emoción de enfado o malestar. Proponía decirle algo así al niño “veo que estás enfadado, tómate el tiempo que necesites y cuando estés listo, regresa para pedir disculpas”.
A simple vista parece una buena forma de abordarlo, porque estás viendo y validando la emoción de tu hijo. Y eres consciente de que, al recuperar el equilibrio, tu hijo es más receptivo a lo que le dices.
Sin embargo, yo le habría dicho otra cosa a esa mamá:
¿Qué buscas con la disculpa? ¿Buscas quedar bien o buscas que tu hijo entienda que su acción ha hecho sentir mal al otro?
Imagina que estás en el parque con tu hijo de dos años y medio. Jugando, le da un empujón a otro niño, que cae al suelo y llora.
Por supuesto te acercas a tu hijo y le exiges que le pida disculpas al niño al que ha empujado. Sientes la mirada inquisitiva y molesta del ma/padre del peque que no para de llorar.
Tu hijo, molesto por la exigencia y tu tono de voz, probablemente sin entender bien qué pasa, se niega a pedir disculpas e intenta escaparse.
Te sientes aún más incómodo, porque los otros padres te siguen mirando, y probablemente sientes que estarán pensando “que mala madre o que mal padre”.
Y más aún: imagina que le dices “hijo, sé que estás enfadado, cuando estés listo vuelve a pedirle disculpas”.
Tu hijo malhumorado se aleja para seguir jugando, y por supuesto no vuelve a pedir disculpas (probablemente porque ya se le ha olvidado).
¿Te sientes identificado en esta situación?
La mayoría de nosotros tiene miedo o respeto a lo que piensen los demás. Y buscamos quedar bien, de cara a esa opinión pública adulta.
Y de ahí viene muchas veces ese intento desesperado por que nuestro hijo pida disculpas.
Sin embargo, obligar a nuestro hijo a pedir disculpas no enseña nada al niño. Ni siquiera cuando ya ha salido de su emoción de enfado.
En mi opinión no se trata tanto de poner el foco en la disculpa, sino en hacer entender que su acción ha causado un daño.
Y cuando hacemos daño, pedimos disculpas. Porque estamos reconociendo nuestro error y así reparamos en parte ese daño, haciendo sentir mejor al otro.
Si somos capaces de transmitir esto, nuestro trabajo como ma/padres consistirá en hacer ver que ha hecho algo mal, y entonces, la disculpa será espontánea y no forzada.
Ese es el reto: que la disculpa salga de manera natural, porque entiende su error.
Entonces, otra manera de abordar la situación sería:
Tu hijo acaba de empujar a otro niño. Te acercas a él, te agachas, le miras a los ojos y le dices con voz firme y en calma “Hijo, eso no. No empujamos. ¿Te das cuenta qué ha pasado? Le has tirado y se ha hecho daño. ¿Lo ves? Ahora está llorando”.
Es probable que tu hijo contemple la escena y la esté asimilando. Si no te has alterado, aceptará que le tomes en brazos. Con él en brazos, podéis acercaros juntos y pedir tú las disculpas en nombre de tu hijo.
Esto en el caso de un niño pequeño de 2-3 años. Pedir las disculpas por él le ayudará a registrarlo en su cerebro, en su memoria, en sus recursos, a activar las neuronas espejo…
¿Y CÓMO HACER ESTE TRABAJO?
Hay miles de situaciones en el día que nos pueden ayudar a ir haciendo este trabajo con nuestro hijo, provocando la reflexión y asentando la costumbre de pedir disculpas.
Por ejemplo, si es tu hijo es el dañado o perjudicado: ¿Estás bien hijo? Te han empujado y te has hecho daño… eso no está bien. No debemos empujar a los demás. ¿Cómo te sentirías si te pidieran perdón?
Si veis situaciones que os den pie a hablar de ello: entre otros niños, entre adultos, en libros, dibujos animados…
Y la mejor de todas: pedirle perdón a tu hij@ cuando te equivoques. Si lo haces desde muy pequeño, irá entendiendo que cuando nos equivocamos debemos reconocer nuestro error e intentar repararlo.
No somos perfectos. Y por mucho que lo intentemos, habrán situaciones que gestionemos mal con ellos. Nos puede salir el grito, el mal trato… y es absolutamente fundamental que lo reconozcamos delante de nuestros hij@s y les pidamos perdón.
Yo tengo que pedir perdón a mis hij@s más veces de las que me gustaría. Pero esos errores nos ayudan a todos a crecer. Y lejos de perderte respeto, lo que ganan es confianza en ti y ejemplo a seguir.
¿Y SI SON MÁS MAYORES?
Si tu hijo es más grande (4 o 5 años) y has hecho este trabajo con anterioridad, la disculpa saldrá espontánea. Yo lo veo con mi hija.
Y si no sale es porque estará muy enfadado o enfadada y efectivamente necesitará volver a la calma. En este caso tu hijo ya no necesita que te disculpes por él o ella. Necesita otro abordaje:
El mismo en el caso de que no se haya hecho ese trabajo durante sus primeros años:
- Una vez en calma, es necesario que habléis. Escuchar sus argumentos (a veces sus malas reacciones se dan por provocaciones o porque se han querido defender… es necesario escucharles y entenderles).
- Seguir provocando la reflexión y haciendo ver que no podemos hacer daño a los demás.
- Y lanzarles la pregunta: ¿Qué debemos hacer cuando hemos hecho algo mal? O ¿si a ti te hicieran daño te gustaría que te pidieran disculpas?
Pueden haber situaciones en las que les cueste mucho porque les da vergüenza o miedo… si es necesario acompañarles, ayudarles, hazlo. Son muy pequeños y a veces somos muy exigentes con ellos.
Incluso si no hay manera de que salga la disculpa, puedes darle tiempo y espacio. Pero no dejarlo pasar. Necesita entender que si se ha hecho algo mal debemos reparar ese error. Quizás puede ser con una carta, con un detalle, reparando el daño (si ha roto algo, por ejemplo) …
Pero es importante intentar que esa disculpa, o solución salga de ellos, siempre que sea posible.
Por supuesto debemos aplicar criterio y evaluar si la gravedad de la situación implica que seamos más tajantes.
No hay fórmulas mágicas y educar es todo un arte.