¿Por qué mi bebé se despierta llorando?

¿Te ha pasado que tu bebé está plácidamente dormido y de repente… ¡buaaaa!… se despierta llorando desconsoladamente? ¿O al moverse cuando está dormido también se despierta y no se calma hasta que lo tomas en brazos o le das pecho? ¿O que en cuanto siente que no estás a su lado también se despierta llorando? Hoy vamos responder a la pregunta: ¿por qué mi bebé se despierta llorando?

Hubo una época, entre el año y los dos años de mi hija, en que nos pasaba muy a menudo. A mi esposo especialmente le llamaba la atención, y siempre me preguntaba “¿pero por qué se despierta llorando?”.

A veces yo tenía alguna respuesta. Una pesadilla quizás. Otras veces, simplemente contestaba un “no sé”.

En cualquier caso, yo intuía (y algo había leído) que era normal. Jamás pensé que mi hija pudiera tener algún tipo de “trastorno del sueño”, como nos quieren vender rápidamente en cuanto nuestros hijos parecen presentar algo que nos confunde o consterna en cuanto a su forma de dormir.

Aun así, la pregunta seguía (y sigue) dando vueltas en mi cabeza.

En el curso de mis formaciones en crianza, he tenido la suerte de estudiar algunos puntos sobre el sueño infantil, muy interesantes. Y gracias a ello he podido ir encontrando una respuesta a esa pregunta.

No sé si definitiva, pero al menos creo que proporciona gran parte de la explicación (eso sí, aclarando que me sitúo en un contexto de «normalidad», descartando situaciones como una enfermedad o cambios importantes en la vida de un bebé como puede ser la llegada de un hermanito/a).

Si no lloro…me muero

Vamos a retroceder casi dos millones de años en el tiempo para responder a esta pregunta…

Érase una vez un grupo de primates que, por diversas causas, decidieron abandonar los árboles en los que vivían para explorar la sabana. Sus cuerpos, generación tras generación, se fueron adaptando a los desafíos de ese nuevo medio. Empezaron a caminar cada vez más erguidos, perdieron gran parte del pelo corporal, lograron una mayor habilidad con las manos…

O quizás fue al revés: el cambio en sus cuerpos les obligó a abandonar los árboles. No lo sabemos a ciencia cierta.

Las mujeres embarazadas tenían gestaciones cada vez más cortas, y sus bebés nacían más inmaduros que antes. Estos bebés ya no podían agarrarse de un pelo que sus madres ya no tenían. Las mujeres debían llevar a sus hijos en brazos durante años hasta que estos eran lo suficientemente maduros y fuertes para caminar.

La mejor forma de asegurar la supervivencia de los hijos era llevarlos a todas partes, protegiéndolos de todo peligro. Los bebés también lo sabían. Así que empleaban diferentes mecanismos para no quedarse solos por ningún motivo. Y el más recurrente y efectivo era el llanto.

Si no lloraban, sino avisaban de que estaban solos, sus vidas corrían peligro. Y eso les causaba pánico. Las fieras, las inclemencias del tiempo, el hambre, la sed… Ellos no podían hacer nada ante eso. Solo sus progenitores o cuidadores podían defenderlos.

El momento de la noche era especialmente crítico. Cuando caía la oscuridad los peligros se acrecentaban. Muchos depredadores aprovechaban ese momento para salir a cazar. El frío se hacía intenso. Y para los homínidos que ya no gozaban de la protección de los árboles, lo más seguro era dormir todos juntos, proporcionándose calor y seguridad.

Tenían que estar alerta. Así que el sueño evolucionó: habrían varias fases de sueño y se darían micro-despertares cada poco tiempo, para comprobar la seguridad del entorno. El sueño además sería en gran parte ligero, y serían capaces de despertarse rápidamente ante cualquier amenaza.

Para los bebés este sistema debía ser aún más minucioso: se incrementarían las fases y los despertares. Su especial vulnerabilidad no se podía permitir un sueño como el de los adultos. Y si detectaban que estaban solos debían despertar rápidamente para llamar a sus cuidadores lo más fuerte y vehementemente posible.

Esta información era extremadamente valiosa para la supervivencia, y quedó fuertemente impresa en sus ADNs. Los bebés durmieron durante miles y miles de años junto a sus padres. Sus madres les daban el pecho por la noche, calmando su hambre, sed e inseguridad. Sentían el calor de los suyos, los olores, los sonidos… todo un conjunto de estímulos sensoriales que les indicaban que estaban en un entorno seguro, que podían continuar descansando.

Los padres lo tenían claro. Ellos probablemente nunca se preguntaron ¿por qué mi bebé despierta llorando?

Somos herederos de nuestro pasado

Nuestros hijos, y nosotros mismos, hemos heredado esta forma de dormir. Nuestra arquitectura del sueño es la que es gracias a eso. Todos venimos con un sistema de vigilancia que se configuró durante milenios para preservar nuestra especie.

Los bebés y niños tienen un sueño particular, pues su supervivencia es aún más crítica.

Somos herederos de nuestro pasado. No podemos arrancarnos el ADN ni prescindir de nuestros instintos. Los bebés deben despertarse, llorar, reclamar la presencia de sus padres. Están programados para eso. No pueden no hacerlo.

Solo podemos lograr que no nos reclamen violando sus mecanismos de defensa más profundos, destrozando la confianza que deben construir en el mundo que les rodea, obligándoles a renunciar a sus necesidades más vitales.

Un poquito de ciencia

Lee Gettler y James McKenna, dos gigantes investigadores del sueño infantil, publicaron en 2009 los resultados de poner a dormir en solitario a bebés primates (te dejo el artículo aquí). Los resultados no pueden ser más contundentes: sufrieron cambios significativos en su arquitectura del sueño, un aumento enorme de la producción de cortisol (la hormona del estrés), arritmias cardíacas, disfunciones en el sistema inmune, anormalidades respiratorias y toda una serie de síndromes depresivos.

Es obvio, por lo tanto, que el primate necesita la presencia de su madres para encontrarse en un estado normalizado. Separarlos durante la noche solo provoca malestar, sufrimiento e insalubridad.

Si esto les pasa a nuestros parientes primates, ¿qué les pasará a nuestros bebés humanos que son aún más indefensos y vulnerables?

Probablemente si fuéramos conscientes de que el sueño en solitario de nuestros bebés despierta todas esas respuestas fisiológicas, jamás nos plantearíamos que durmieran solos. ¿Quién expondría a su bebé a arritmias o a anormalidades respiratorias e inmunológicas?

Lo malo es que no las podemos ver ni tocar. Creemos que el niño llora por capricho, o que nos está tomando el pelo. Cuando la realidad es que se han desatado toda una serie de mecanismos que ponen al bebé en un estado de estrés y angustia. El llanto es su forma de comunicárnoslo. Pero por desgracia no los entendemos, y nos seguimos preguntando por qué el bebé se despierta llorando…

Entonces, ¿por qué mi bebé se despierta llorando?

Yo estoy convencida de que mi hija despertaba llorando porque su sistema biológico de vigilancia se encendían. Debía hacer sentir que estaba allí. Necesitaba sentir de nuevo cómo su padre o su madre se acercaba y le susurraba palabras de tranquilidad. Necesitaba sentir el pecho caliente de su madre, que le devuelve la paz, la familiaridad, la confianza.

O cuando se dormía en brazos, plácidamente, e intentábamos dejarla en la cama. O cuando estaba profundamente dormida y abandonábamos la habitación. Se despertaba porque de repente sentía terror a quedarse sola.

¿Cómo puede ella saber que no le va a pasar nada, que está en un entorno seguro? Solo el tiempo, la maduración y la experiencia positiva le darán esa confianza y tranquilidad.

No se despertaba llorando porque era caprichosa. Ni porque nos estaba manipulando. Ni porque es una malcriada. Simplemente porque es heredera de nuestro pasado.

¿Y tú? ¿Alguna vez te habías planteado que el llanto en nuestros bebés es algo sano y natural? 

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