El sueño de los hijos es una de las cosas que trae de cabeza a miles de padres. Existen cientos de “gurús” que juran tener la solución para que nuestros hij@s duerman de un tirón, 12 horas, y caigan rendidos en cuanto los metes en la cama. Pero siento decirte que la cosa no funciona así. Los bebés y niñ@s no son robots que podamos programar según nos convenga.
Es por ello que las últimas décadas el sueño ha sido objeto de estudio científico. Y desde esas investigaciones se ha descubierto que el sueño es evolutivo (es decir, evoluciona según vamos creciendo), sigue un patrón bastante parecido en los seres humanos y tiene una arquitectura intrínseca en la que se alternan periodos de sueño profundo, sueño ligero y despertares (simplificando mucho).
El recién nacido tiene una arquitectura del sueño diferente a la del bebé de 3 meses. Pero cuando se produce un cambio realmente significativo es entre los 4 y los 7 meses. Y créeme que lo estoy comprobando.
Mi peque tiene cuatro meses y medio. Y casi de un día para otro hemos notado que ya no se queda dormido en cuanto toma teta. Cuesta bastante que concilie el sueño. Tiene periodos de vigilia mucho más largos, y por la noche tiene más despertares (o al menos se hacen notar más) que antes. A veces parece que “pelea” porque no quiere dormir.
En este periodo el sueño comienza parecerse cada vez más al del adulto que será. Su arquitectura del sueño nocturno está más definida: un primer ciclo largo de entre 3 y 5 horas de duración y ciclos cortos de 45-90 minutos el resto de la noche, con despertares entre ellos.
Tener despertares durante la noche es lo normal. Forma parte de nuestro ancestral sistema de vigilancia para asegurar la supervivencia (en este post hablo de ello). Los adultos también los tenemos, pero nos volvemos a dormir inmediatamente y al despertar no nos acordamos. Por eso, pretender que el bebé duerma “del tirón” es físicamente imposible. Aquellos que te prometen la fórmula para que tu bebé “duerma bien” y para ello tienes que dejarlo solo en su cuarto llorando, lo que en realidad consiguen es que tu hijo/a no te reclame cuando se despierte. Porque despertar, se despertará. Lo que sí se puede lograr de una manera respetuosa es que esos despertares sean breves y el bebé se vuelva a dormir sin llegar a desvelarse.
En mi caso los grandes aliados son el colecho y la lactancia: dormimos juntos, en cuanto despierta le doy la teta y normalmente vuelve a conciliar el sueño. Es cierto que ahora le cuesta más, pero es un periodo de adaptación que debemos pasar. Y un pequeño consejo: intenta irte a dotmir a la vez que tu bebé por las noches, para así aprovechar el ciclo de sueño más largo.
Saber todo esto nos ha permitido estar preparados y empoderados ante estas situaciones de cambio que nos pueden desconcertar. Si tu bebé tiene entre 4 y 7 meses y está pasando por un periodo así, no te preocupes. Es sano, normal y natural. Sobre todo, no caigas en la tentación de recurrir a esos métodos “milagrosos” en los que hay que dejar solo al bebé, llorando y cosas por el estilo.
Si quieres saber qué hacer para lograr descansar mejor te recomiendo la lectura de cualquiera de estos dos libros: “Dormir sin lágrimas” de Rosa Jové, y “¡Dulces sueños!” de María Berrozpe, dos grandes expertas en sueño infantil.